Tu eres un Ferrari pero quizá llevas la quinta marcha con el freno puesto…
Dieciséis mil. Esa es la media de palabras que pronunciamos cada día. Así que imagina cuántas palabras que no llegamos a pronunciar se cruzan por nuestro cerebro!
La mayoría no son información, sino evaluaciones o críticas mezcladas con emociones, algunas positivas y útiles («He trabajado duro y estoy listo para esta presentación». «Vale la pena hablar de este asunto». «El nuevo vicepresi-dente parece accesible» …) y otras menos («Me está ignorando a propósito». «Voy a parecer estúpido». 《Soy un farsante》…).
Ochenta mil pensamientos. De los cuales 80 % repetitivos y 70 % negativos.
Seas líderes o emprendedor tienes sentimientos.
No me deja de sorprender que cuando se llega a puestos de liderazgo, la mayoría de la gente cree que no tienes emociones.
Diría que más y todavía más a flor de piel.
La creencia general afirma que en la oficina no hay espacio para los pensamientos y los sentimientos complicados: los ejecutivos, y en especial los directores, deben ser estoicos o entusiastas. Deben desprender confianza y apagar cualquier asomo de negatividad. Pero esto va contra la biología básica.
Cualquier ser humano sano tiene una corriente interior de sentimientos y pensamientos que incluyen la crítica, las dudas y el miedo. Así son nuestras mentes cuando realizan la función para las que han sido diseñadas: intentar anticiparse a los problemas y resolver los posibles inconvenientes.
En los trabajos de consultoría en el ámbito de la estrategia con personas que realizamos para empresas de todo el mundo, vemos cómo los líderes no tropiezan porque tienen pensamientos y sentimientos indeseables, algo inevitable, sino porque se quedan atrapados en ellos, como un pez en un anzuelo. Esto puede darse de dos maneras. Dan crédito a sus pensamientos tratándolos como vivencias («Me pasó lo mismo en el último trabajo… he sido un fracasado durante toda mi carrera») y evitan las situaciones que se los recuerdan («No voy a asumir más retos»).
O bien cuestionan el sentido de algunos pensamientos y tratan de racionalizarlos («No debería pensar cosas como esta… sé que no soy un fracaso total»), y en ocasiones se obligan a vivir situaciones similares, aunque entren en contradicción con sus valores y sus objetivos principales («Encárgate de esta nueva tarea, tienes que superar esto»). En cualquiera de los casos, están prestando demasiada atención a su debate interno y permitiendo que ello debilite importantes recursos cognitivos a los que podrían dar mejor uso.
Este es un problema frecuente que las estrategias de autogestión suelen perpetuar. Vemos a ejecutivos con desajustes emocionales recurrentes en el trabajo (ansiedad ante las prioridades, celos del éxito ajeno, miedo al rechazo, inquietud por el menosprecio a uno mismo) que han encontrado formas de «solucionarlos»: afirmaciones positivas, listas de tareas por prioridad, inmersión en ciertos trabajos. Pero cuando les preguntamos durante cuánto tiempo llevan arrastrando esos desajustes, la respuesta puede ser 10 años, 20 años o desde la infancia.
En ocasiones son asuntos relacionados con la autoconfianza como te comentaba en este artículo.
Queda claro que esas técnicas no son útiles; de hecho, existen suficientes investigaciones que demuestran que intentar minimizar o ignorar los pensamientos y las emociones solo sirve para amplificarlos. En un famoso estudio dirigido por el difunto Daniel Wegner, profesor de Harvard, aquellos participantes a quienes se les pidió que no pensaran en osos blancos tuvieron dificultades para hacerlo; más tarde, cuando se les permitió pensar en lo que quisieran, pensaron en osos blancos mucho más que el grupo que no había participado en la primera parte del experimento. Cualquiera que haya soñado con un pastel de chocolate y patatas fritas mientras seguía una dieta estricta entiende este fenómeno.
Los líderes eficaces no se autoconvencen o intentan reprimir lo que sienten; sino que dialogan consigo mismos de manera consciente, en coherencia con sus valores y para obtener una información provechosa, desarrollando algo que se llama ‘agilidad emocional’.
Para tener agilidad emocional hay que desarrollar estrategias de autoconocimiento más eficientes que te permitan desenvolverte personal y profesionalmente de manera más eficaz y feliz.
1)Reconocer tus patrones
El primer paso para desarrollar la agilidad emocional es darte cuenta de cuándo estás siendo atrapado por tus pensamientos y tus sentimientos. Es difícil hacerlo, pero hay distintos signos que te lo indican. Uno es que tu pensamiento se vuelve rígido y repetitivo. Otra señal es que la historia que te relata tu mente te resulta familiar, como la repetición de alguna experiencia del pasado.
Antes de poder iniciar un cambio, debes darte cuenta de que tienes un problema que te mantiene atrapado.
2)Etiquetar tus pensamientos y emociones
Cuando estás atrapado, dedicas tanta atención a tus pensamientos y tus sentimientos que tu mente se satura; no hay espacio para analizarlos. Una estrategia que puede ayudar a que te plantees tu situación más objetivamente es el sencillo acto de «etiquetar». Igual que llamas ‘pala’ a una pala, llama ‘pensamiento’ a un pensamiento y ‘emoción’ a una emoción. En vez de ‘estoy con muchas cosas que no me permiten aclararme’ dite «tengo el pensamiento de que no puedo aclararme’’
3)Seguir tus propios valores
Cuando te desprendes de tus pensamientos y emociones difíciles, amplías tus expectativas. Puedes decidir actuar de una forma que se ajuste a tus valores. En nuestra empresa animamos a los líderes a que se centren en el concepto de «viabilidad» ¿Tu respuesta será útil para la empresa y para ti mismo a corto y a largo plazo? ¿Servirá para que dirijas a los otros hacia vuestro propósito colectivo? ¿Te llevará a convertirte en el líder que quieres ser y a vivir la vida que quieres vivir? La corriente de pensamiento fluye constantemente y las emociones cambian como el tiempo, pero puedes apelar a tus valores cuando quieras, en cualquier situación.
4) Entender tus contravalores
Mucho hablamos de valores, pero poco de contravalores.
Los Valores son las emociones que queremos sentir. Tu norte. Tus principios.
Los contravalores son las emociones que huyes a toda costa. Los dolores que has tenido y que están muchos de ellos en tu subconsciente, pero que son los que marcan tus decisiones. Son las fuerzas que dictan tu destino. Y a veces no somos conscientes.
Para que lo entiendas.
Tu eres un Ferrari.
Un Ferrari con la quinta puesta (tus valores. Tus motivos. Lo que te mueve).
Pero puedes ser un Ferrari al que se le está quemando el motor porque tiene la quinta puesta, pero a la vez tiene el freno de mano puesto. Tus contravalores.
Los contravalores son las fuerzas, los miedos, los dolores que te paralizan. Y son los motivadores a corto plazo.
Y no te lo ha dicho nadie antes, pero son las razones por las que quizá no estés consiguiendo lo que quieres conseguir en tu vida, liderazgo y emprendimiento.
Y la buena noticia es que lo puedes cambiar. Puedes quitar el freno de mano y llegar a tu meta.
Muy poca gente te lo cuenta. Pero yo te lo voy a contar.
Para empezar, si quieres saber qué es lo que te crea malestar, frustración, falta de felicidad en tu emprendimiento o liderazgo, te comparto esta herramienta GRATIS y además va a ser el primero en enterarte de cómo liberarte del freno de mano.
Por ahora, reserva el 22 y 23 de octubre y si quieres, descárgate la herramienta que te comparto:
https://fastracktorefocus.systeme.io/valoresprofesionales
Sigue disfrutando el verano!
Un abrazo,
Nieves
Coach y Mentora de Líderes y Emprendedores en busca de Resultados en Equilibrio y Plenitud|Máster en PNL y Mindfulness | Formadora | Conferenciante | Autora | Podcaster